Jugar como monos es un parque con alma que rescata de la memoria colectiva de muchos vecinos, aquellos animales que durante un tiempo formaron parte del paisaje cotidiano en L’Alter, para que niños y niñas puedan jugar con la intensidad y simpatía que les caracteriza.

En L’Álter los niños y las niñas tienen un juego de recorrido en horizontal y en vertical que es la esencia de la creatividad: encontrar diferentes formas de resolver una solución y un proceso.

«No dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar.»

Karl Groos (1896)

 

 

La Fortaleza del juego respira la esencia del juego del escondite y el deseo de subir y bajar, deslizándose una y otra vez. Una actividad que permanece generación tras generación y que consigue que permanezca intacto el reto por jugar y por hacerse mayor. Esconderse en esta fortaleza y escabullirse por cualquiera de sus lugares, estimula la motricidad global de niños y niñas, el equilibrio y la coordinación, así como los reflejos, la fantasía y el deseo de jugar entre iguales.

La Torre, junto la zona de monos, crea un paisaje global para edades entre 3 y 10 años muy estimulante y divertido.

La experiencia de Jugar en una selva de monos y fortalezas

La zona de juego de 73m2 invita a disfrutar del cuerpo, de la experiencia táctil, de la motricidad global y de la capacidad de arriesgar en cada intento, mientras hace que niños y niñas se sientan libres en un lugar que evoca el misterio de la selva y las fortalezas abandonadas, que son un paraíso para el juego. Un lugar que oculta pistas divertidas dejadas por aquellos monos de Alcàsser.

 

El desarrollo motriz

El juego en este parque invita a mover el cuerpo y provoca la repetición de acciones por placer y perfeccionamiento. Mientras juegan, los pequeños afianzan su grado de madurez física, identifican sus limitaciones y sus habilidades y estimulan el empeño y el afán por superar el reto.

Las redes, el puente colgante y las cuerdas son como una diana que reta al cuerpo a sentir que lo difícil acaba cuando se consigue y que volver a intentarlo es lo más divertido. Jugar al natural mantiene a salvo la naturaleza del juego: trepar el árbol, subir y bajar por los toboganes, aprender a trepar, correr y saltar, seguir los recorridos y sortear las sombras.

 

El desarrollo emocional

El juego es el banco de pruebas en el que los niños ensayan sus emociones y los efectos que se derivan hasta que se consigue un desarrollo emocional armónico. Si base de todas las personas se encuentra en las emociones y en los sentimientos que acumulan a lo largo de su vida afectiva, muchas emociones se sienten y se reconocen jugando en familia y con el grupo de iguales.

Lo positivo de jugar en el parque, compartiendo el espacio y los materiales de juego con otros, es que se aprende a controlar las acciones derivadas de las emociones que provocan los otros.