La manera de entender las ciudades y su gestión sostenible se ha convertido ya un desafío extremadamente complejo. En el año 2050, el 70% de la población mundial vivirá en núcleos urbanos, porcentaje que nos permite hacernos una idea del reto al que nos enfrentamos.
La crisis –económica, social y de valores- nos ha obligado a replantearnos el concepto de ciudad y de espacio público, y exige nuevos planteamientos que apliquen la innovación en el desarrollo de las ciudades. La ciudad es el lugar de la ciudadanía, el espacio de la convivencia, donde se materializan las relaciones entre los habitantes. Cumple, por lo tanto, un papel social indiscutible.
La planificación urbana precisa devolver a la ciudad su escala humana, adoptando un enfoque integrado que abarque a todos los aspectos que interactúan y a todos los colectivos implicados, en primer lugar a los ciudadanos. Uno de los procesos negativos que ha sufrido la ciudad en los últimos años es la sumisión al mercado, al haber delegado el desarrollo de ciudades en manos de las promotoras/constructoras. Frente a estas dinámicas desestructuradoras de la ciudad, hoy son necesarias otras en sentido contrario, y por lo tanto aglutinadoras de planteamientos e intereses. Hacer ciudad es, antes que nada, reconocer el derecho a la ciudad para todos, y optar por un urbanismo de integración diseñado por todos los implicados. Ni la municipalidad, ni los promotores son los propietarios del espacio público.
Cualquier ciudad que mire al futuro buscando la calidad de vida de sus vecinos debe dar participación al ciudadanos, y emprender políticas positivas orientadas a los diferentes grupos de habitantes, en primer lugar a los niños. Al pensar en qué tipo de modelo de ciudad queremos, es fundamental pensar en una ciudad para niños, y sus demandas deben convertirse en criterios orientadores de los programes de desarrollo urbano. Tenemos por delante una ocasión para repensar el modelo; para establecer las líneas de lo que queremos que sean nuestras ciudades, de recuperar las calles para nuestros hijos. Si fuéramos capaces de proyectar en las ciudades un urbanismo acorde a las necesidades de los niños, éstas serían mucho más habitables para todos.
La ciudad de los niños es una forma de entender la ciudad, en la que el niño es la garantía de que esta “nueva ciudad” es de todos. Si queremos saber si una ciudad es segura sólo hace falta ver si hay niños jugando en la calle.
Miren Jimenez, CEO Isaba Projects S.A. y presidenta de AFAMOUR.